La noción de “cuerpo vivido”, que introdujo Merlau-Ponty en la Filosofía ha sido usada por las feministas para pensar el tema del sexo y el género. Cómo es que estas dos nociones pueden separarse en un cuerpo? Por qué sucede que alguien se sienta extraño dentro de su cuerpo? Sospecho que mucho de esto viene de las imposiciones sociales que se sufren según los estereotipos y maneras de ser según un cuerpo. La historia nos cuenta que muchas mujeres inteligentes, se sentían absolutamente extrañas en sus cuerpos, sentían que sus potenciales estaban desperdiciados y que ser mujer era una tortura. Poco a poco las condiciones sociales han ido mejorando, pero esta sensación aún pervive en muchas mujeres. Mucho más si los parámetros de feminidad o masculinidad son tan cerrados, que la persona comienza a sentir que no puede cazar dentro de ninguna estructura porque ni su cuerpo es apto, ni su forma de ser lo es tampoco.
Me atrae el tema de los hermafroditas, que siempre han existido, pero han comenzado a ser interesantes porque plantean una dificultad radical de situarse como hombres o como mujeres en un mundo que les exige tal cosa. Sus cuerpos, por más operaciones que puedan recibir, cargan consigo una historia de rechazo social y de no inclusión. El hecho de que un cuerpo tenga que casar dentro de dos únicas categorías “varón” o “mujer”, deja en evidencia que el “cuerpo vivido” sigue siendo un tema que hay que explorar a profundidad.
¿Qué sucede con un cuerpo que se dice hombre, pero menstrua, tiene un orificio vaginal, las caderas anchas, los hombros estrechos “propios de la constitución femenina”, propensiones femeninas como la afición por los colores vistosos y los retales de calicó, que compra y une, junto con su aversión al trabajo físico y su incapacidad para ejecutarlo?
Cuando hablamos de lo masculino o femenino en una persona, tendemos a pensar en lo que es propio de un sexo y el otro, esto no se puede desligar de lo social y las ideas con las que crecemos que nos hablan sobre “el deber ser” de cada persona. La organización social encuentra terriblemente difícil saber qué hacer con personas que no se ajustan y trata de “borrarlas del mapa”, normalizarlas a como de lugar y censurar conductas. En nombre de lo estético, se puede caer en olvidar la variedad de formas de expresión que tiene cada ser humano. El tema de la división de los sexos en dos categorías es de gran importancia para un momento histórico que más que nunca está cientifizado y cree tener todas las tecnologías de punta para poder determinar el destino de cada cuerpo.
Antiguamente, estos temas se intuían de manera filosófica, entraban en especulaciones profundas y los/as pensadores/as más contemplativos/as tenían maneras de concebir estas realidades, pero hoy en día el tema es de una intromisión absoluta de la ciencia, con ideas fijas sobre lo que debe ser un cuerpo normal y con un proyecto de perfeccionar todo lo que la Naturaleza deje incompleto o anormal. La idea de “corregir” está más viva que nunca, pero ninguna corrección superficial ha logrado corregir también toda una dimensión interna, la subjetividad humana es aún un tema muy complejo para la ciencia.
Simone de Beauvoir, analizó el tema del sexo en 1949, con su libro El Segundo Sexo, donde se preguntó qué significa ser “mujer”. Pensó en cómo esta categoría hace parte de la cultura y cómo cada mujer incorpora una cantidad de requisitos para poder “devenir una mujer”. Habló de cómo la mujer no puede escaparse de la especie y cómo cada proceso en su cuerpo se lo está recordando constantemente. El hombre tiene mayor facilidad de desconectarse de su biología, pero la mujer no y esto para Beauvoir es clave para entender cómo el cuerpo puede ser vivido como una cosa opaca y enajenada. Dice: «ese cuerpo es presa de una vida terca y extraña» (De Beauvoir, 1949: 15). Con Merlau-Ponty asume que la mujer, como el hombre, es su cuerpo, pero que el cuerpo de la mujer es distinto a ella misma. En palabras de Merlau-Ponty, la descripción sería esta: «Así, pues, yo soy mi cuerpo, al menos en la medida en que tengo uno, y, recíprocamente, mi cuerpo es como un sujeto natural, como un esbozo provisional de mi ser total.» (Phénoménologie de la Perception).
Beauvoir fue muy perspicaz en iniciar una exploración del cuerpo, pero se quedó corta al explorar las potencialidades que tiene un cuerpo de mujer, y por tanto el ser mujer. Esto se puede pensar igual para varones o para cualquier cuerpo difícil de clasificar.
Anne Fausto-Sterling, 57 años más tarde que Beauvoir, retomó algo de esa indagación del Segundo Sexo y con unos conocimientos mayores sobre la biología y el funcionamiento de cada cuerpo, logró hacer una investigación, que pocas feministas se atrevieron a hacer, sobre el sexo, entendiendo que, hasta el momento presente, las discusiones sobre género (que se separan de la biología del cuerpo) han sido infructuosas y sólo han generado más apertura a la ciencia, con estudios cognitivos y demás que definan las diferencias sexuales y tomen medidas sobre los cuerpos dentro de una sociedad.
La experiencia corporal es algo que le incumbe a cada individuo, pero difícilmente alguien podrá vivirse en todo su esplendor y todas sus posibilidades con la cantidad de parámetros que actualmente manejamos en Occidente, y que los intelectuales y las actuales sociedades perpetúan, dentro de la creación de verdades fundamentales que no pueden cuestionarse.
Fausto-Sterling promulgará que machos y hembras se sitúan en los extremos de un continuo biológico, pero hay muchos otros cuerpos «que combinan componentes anatómicos convencionalmente atribuidos a un polo u otro polo» (Fausto-Sterling, 2006: 48). Y dirá también que, «reconceptualizar la categoría de “sexo” desafía aspectos hondamente arraigados de la organización social europea y americana» (Fausto-Sterling, 2006: 48). Es claro pues, que se genera mucha confusión en nuestra cultura cuando no se puede determinar el sexo con facilidad, pero debe ser una tarea de la vida promover una actitud más abierta a identidades sexuales más fluidas.
Cuando Simone de Beauvoir se preguntaba ¿qué es una mujer?, cuestionaba preocupaciones fuertes de su época que insistían en que la feminidad estaba perdida, que la mujer está perdida y que ya no se sabía dónde estaban las mujeres. Esto, para criticar ese halo de nostalgia por otros tiempos en que el eterno femenino jugaba un papel fundamental en la crianza de las mujeres. Para esta autora, fue claro en su momento, que la feminidad había sido descrita como una esencia firmemente definida y que entraba en disputa con las ciencias biológicas y sociales, las cuales ya no creían en la existencia de entidades inmutablemente fijas que definirían “caracteres determinados, tales como los de la mujer, el judío o el negro” (De Beauvoir, 1949: 3). Así ya ella cuestionaba la palabra “mujer”, preguntándose si ésta carecía de todo contenido.
“Mujer” sería un término arbitrario. Muchas mujeres para su época vivieron el hecho de ser apeladas “mujer” como una obsesión. Decir que una mujer es un ser humano, es negar la situación. Ella ya comentaba la dificultad de situarse por encima de su sexo. Dice:
Y en verdad basta pasearse con los ojos abiertos para comprobar que la Humanidad se divide en dos categorías de individuos cuyos vestidos, rostro, cuerpo, sonrisa, porte, intereses, ocupaciones son manifiestamente diferentes. Acaso tales diferencias sean superficiales; tal vez estén destinadas a desaparecer. Lo que sí es seguro es que, por el momento, existen con deslumbrante evidencia. (…) Si su función de hembra no basta para definir a la mujer, si rehusamos también explicarla por el eterno femenino y si, no obstante, admitimos que, aunque sea a título provisional, hay mujeres en la Tierra, tendremos que plantearnos la pregunta: ¿qué es una mujer? (De Beauvoir, 1949: 3)
Como se puede ver, Simone de Beauvoir era muy pesimista sobre el asunto de la división de los sexos, a lo que Anne Fausto-Sterling respondería que sí es evidente que nuestra cultura funciona como describe la feminista francesa, pero nuestra pensadora nortamericana no encontraría utilidad en definir con absoluta claridad qué es una mujer, si bien su apuesta está en la diversidad de formas de ser mujer y ser hombre, desde una perspectiva de sistemas ontogénicos.
En la época de Simone de Beauvoir, era ineludible presentarse como un individuo de un determinado sexo, hoy la situación es otra, al menos dentro del pensamiento, pero si no se está atento sobre las posibilidades de los cuerpos, es muy probable que se tienda a regresar a lo que Simone de Beauvoir criticaba tan fuertemente de su tiempo.
Afirmaciones como esta que plantea Simone de Beauvoir todavía son de uso corriente y muestran el peso político que tiene la ciencia:
La mujer tiene ovarios, un útero; he ahí condiciones singulares que la encierran en su subjetividad; se dice tranquilamente que piensa con sus glándulas. El hombre se olvida olímpicamente de que su anatomía comporta también hormonas, testículos. Considera su cuerpo como una relación directa y normal con el mundo que él cree aprehender en su objetividad, mientras considera el cuerpo de la mujer como apesadumbrado por todo cuanto lo especifica: un obstáculo, una cárcel. «La mujer es mujer en virtud de cierta falta de cualidades -decía Aristóteles- (De Beauvoir, 2006: 4).